La cría es de bajos resultados económicos y económicamente responde poco a altos niveles de intensificación. Por eso hay que ser muy criterioso cuando se intensifica. Por más que se mejore la recría y el engorde, el ciclo ganadero se ve resentido, porque el primer eslabón, que es la producción de terneros, es muy baja.
En este contexto, para cambiar ese resultado, es decir pasar de una cría con 64% de terneros logrados sobre vaca en servicio a un mínimo de 80%, son cinco las claves que se deben tener en cuenta para llegar a un buen destino:
Sanidad: se debe identificar e intentar mejorar tres momentos claves que son el porcentaje de preñez, las pérdidas en el período preñez y parición y aquellas entre parición y destete. Esto resume la cantidad de terneros al destete. Es bueno saber que siempre es mejor prevenir que actuar cuando el problema ya está.
Alimentación: se debe empezar por lo más simple. La vaca debe comer y, aunque parezca una paradoja, es así. Por lo tanto, hay que producir más pasto, que a su vez es el recurso más barato. Mejorar el forraje es clave para lograr mayor índice de destete.
Manejo: mejorar el manejo de las variables anteriores, realizar un servicio controlado y no continuo. Además, aplicar tecnologías simples y económicas que están a mano y que nos permiten mejorar la producción.
Genética: una buena opción es utilizar biotipos que se adapten al ambiente donde tenemos la cría. La genética no se expresa si no damos de comer.
Decisión: tener ganas de cambiar, sin eso nada sirve. Debe haber dos determinaciones: por un lado, el entusiasmo de los productores y, por otra parte, de los asesores para saber transmitir
Sabemos que la rentabilidad de la cría es baja, pero cuanto más baja es la producción, la rentabilidad será cada vez peor. Por ese motivo el gran objetivo final es mejorar la eficiencia de la cría, sin aumentar la superficie usada y usando el criterio para hacer que la inversión sea rentable.